Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría a punto de caer en el amor, yendo en un épico viaje por carretera, andando en Triceratops, cantando en un bar y perdiendo mi virginidad, yo habría asumido que eran las drogas.
Bueno, esto es, hasta que conocí a Beckham.
Beck fue el principal responsable por mi imprudencia. Guapo, inteligente, innegablemente encantador Beck penetró en mi vida como si fuera su misión el asegurarse de que nunca me tomé la vida por sentado. Él me mostró que no había límites, las reglas eran para los invertebrados y que se suponía que un beso sucedía cuando menos lo esperabas.
Beck fue el giro en la trama que me tomó por sorpresa. Dos meses antes de conocerlo, la muerte estaba llamando a mi puerta. Yo casi había renunciado a mi último trozo de esperanza cuando, de repente, se me dio una segunda oportunidad en la vida. Esta vez, yo no iba a dejar que se me escape.
Nos embarcamos en un viaje por carretera sin nada que perder y no hay garantías del mañana.
Nuestro viaje por carretera estaba a punto de un joven e imprudente amor. El tipo de amor que arde brillante.
El tipo de amor que ningún hoja de ruta podría traerme la vuelta.
Recomendado para mayores de 17 años debido al lenguaje y las situaciones sexuales.
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